Palabras de espiritualidad

Las armas espirituales de la familia ortodoxa

  • Foto: Benedict Both

    Foto: Benedict Both

Sin esfuerzo y oración ningún sacramento podría sernos de utilidad. Y no solamente los sacramentos, sino también cualquier oración de la Iglesia.

Desde luego, ni siquiera los ortodoxos practicantes están libres, en su vida familiar y conyugal, de enfrentar las tentaciones, pruebas y tormentas que acechan a toda familia normal. Se podría afirmar que casi todas las familias atraviesan los mismos problemas, las mismas equivocaciones, en mayor o menor medida. Algunas superan con éxito tales dificultades y se foguean con ellas, alcanzando un mayor amor mutuo. Otras, tristemente, se desintegran.

Sin embargo, la familia ortodoxa cuenta con un “armamento” muy poderoso: la fe en Dios, la oración de los unos por los otros y, desde luego, la Gracia y la bendición recibidas con el Sacramento del Matrimonio. ¡Los esposos no están solos, Dios está con ellos!

Usualmente, quienes están lejos de una fe verdadera consideran la boda un simple y hermoso ritual. ¡Todo el mundo se casa, hasta las estrellas de cine y los poderosos del mundo del espectáculo! Esas bodas parecen soñadas: las candelas, los íconos, el sacerdote, la limousine blanca estacionada frente a la iglesia... En estos tiempos, tan llenos de supersticiones y ocultismo, ha aparecido otra forma de entender el Sacramento del Matrimonio, considerándolo una suerte de ritual mágico que ata a los esposos para siempre, independientemente de la forma en que se comporten. La mayoría de personas entienden de esta forma los sacramentos y demás oficios de la Iglesia. “El sacerdote hará algo, me rociará con agua bendita, susurrará unas palabras, ¡y todo empezará a ir bien en mi vida!”. Creen que todo es posible, sin hacer el menor esfuerzo.

¿Por qué están equivocadas esas ideas? Porque sin esfuerzo y oración ningún sacramento podría sernos de utilidad. Y no solamente los sacramentos, sino también cualquier oración de la Iglesia; por ejemplo, la bendición de un vehículo. Cuando yo bendigo un automóvil, suelo preguntarle al propietario: “¿Para qué pegas esos pequeños íconos en el tablero del vehículo?”. Uusualmente, recibo como respuesta: “Para que proteja mi auto”, etc. ¡Respuesta equivocada! Si llevamos íconos en nuestros vehículos, es para que, una vez tomamos el volante entre nuestras manos, nos recordemos: “¡Casi se me olvida hacer una oración antes de partir!”. Si el hombre recuerda esto, el Señor le ayudará. Dios no nos salva sin nuestro propio concurso.

(Traducido de: Pr. Pavel Gumerov, El şi ea: în căutarea armoniei conjugale, traducere din limba rusă de Adrian Tănăsescu-Vlas, Editura Sophia, București, 2014, pp. 111-112)