Si los demonios de los apetitos impuros vienen a ti y te atacan, ármate inmediatamente contra ellos con el ayuno, las vigilias, el sometimiento del cuerpo, la humildad y la oración. Si te atacan los demonios de la ira, el juzgar a los otros o el rencor, ármate con la mansedumbre, la paciencia más profunda, la piedad, la compasión y el desprecio a las cosas terrenales y a la gloria de esta vida, que no hacen sino perturbar la fuerza vehemente del alma. Si vienen a ti pensamientos de vanagloria y soberbia, enfréntalos con la humildad, la oración, el amor ferviente a Dios, la práctica en secreto de las virtudes y el trabajo espiritual en silencio, además del recuerdo de tu propia muerte, sabiendo que “si el Señor no construye la casa, en vano trabajan los que la construyen” (Salmos 126, 1).

(Traducido de: Patericul Lavrei Sfântului Sava, Editura Egumenița, 2010, p. 93)