Palabras de espiritualidad

Las consecuencias del pecado y el ejemplo de Jonás

  • Foto: Ioana Zlotea

    Foto: Ioana Zlotea

No hay nada que agobie tanto al alma, como los frutos del pecado, es decir: el adulterio, el desenfreno, el homicido, el hurto, el falso testimonio, las difamaciones, las riñas, la envidia, la ira, y otras cosas semejantes.

En verdad, hermanos, sería inútil hablar del arrepentimiento, y no hablar del pecado que nos atrapa con facilidad y cuyas consecuencias suelen ser graves para el alma. Porque no en vano habló el Apóstol, diciendo que no hay nada que agobie tanto al alma, como los frutos del pecado, es decir: el adulterio, el desenfreno, el homicido, el hurto, el falso testimonio, las difamaciones, las riñas, la envidia, la ira, y otras cosas semejantes. Y es que “el que siembre en su propia carne, de la carne cosechará corrupción”.

Y entonces podré vencer todo lo que me impide librarme del pecado, como en el caso de Jonás, quien creía que podía esconderse de Aquel que todo lo ve y todo lo abarca, olvidándose de la oración que dice: “Si desciendo al abismo, allí estás presente. Si tomara las alas de la aurora y fuera a habitar en los confines del mar, también allí me llevaría Tu mano y me sostendría Tu diestra”. Todo esto lo pensó correctamente el salmista, porque eran cosas que habrían de realizarse en la Palabra Única y con un solo Trono, Aquel que está a la derecha del Padre. Ciertamente, Dios-Hijo, aceptando la voluntad del Padre, hizo que se cumpliera toda la profecía de la ley, dando lugar a la resurrección de la cual había hablado Jonás. Después de abordar la nave, el profeta se echó a dormir, pero, el pecado, recargando la nave, amenazó con hundirla. Y el mar, para decirlo de alguna manera, hallando al siervo pecador y prófugo, lo envolvió entre sus olas, para después encerrarlo en el vientre del cetáceo, hasta que vino la resurrección al tercer dia. ¡Qué prodigio tan grande! Habiendo aceptado su pecado el profeta, el mar se tranquilizó y los marineros se salvaron.

(Traducido de: Sfântul Simeon Stâlpnicul din Muntele MinunatCuvinte ascetice, Editura Doxologia, Iași, 2013, p. 90)