Las cualidades de un buen confesor
El padre confesor debe saber cómo influir en la persona que ha venido a buscarle, para que asuma seriamente la enfermedad espiritual de la que sufre y entienda sus peligros.
Hay una gran diferencia entre el médico del cuerpo y el médico del alma. Antes de entrar a la clínica o consultorio de su médico de cabecera, el paciente talvez ni ha pensado que ese día lo pondrán a ingerir un tubo endoscópico, para verificar la existencia de algún desorden gástrico. Es posible que el paciente no supiera que le harían eso, pero, al llegar, el doctor le dice: “No te dejaré volver a casa sin antes hacerte este examen. Es realmente necesario”. Puede que estas palabras le convenzan inmediatamente, o puede suceder que el médico deba obligarlo a practicarse dicho procedimiento, porque también hay enfermos que son hospitalizados a la fuerza por su familia, para ser operados lo antes posible de alguna anomalía de la que desconocían su gravedad.
También en la confesión se pueden tomar medidas radicales, aunque es mucho más difícil, porque la “operación” no puede ser practicada sin la voluntad del individuo. Todo es determinado por su voluntad y su fe. Y, por su parte, el confesor no dispone de ningún medio para obligarlo. Lo que sí puede hacer, valiéndose de su destreza, es convencerlo de que no se vaya y no se complazca en su enfermedad, sino que empiece su propio procedimiento de sanación espiritual El padre confesor debe saber cómo influir en la persona que ha venido a buscarle, para que asuma seriamente la enfermedad espiritual de la que sufre y entienda sus peligros.
En este caso, se requiere de un don que no todos los sacerdotes poseen. Se necesita tener una cierta experiencia para comunicarse con los demás, además de una aptitud especial para relacionarse con ellos e inspirarles confianza.
(Traducido de: Protoiereul Vladimir Vorobiev, Duhovnicul și ucenicul, Editura Sophia, București, 2009, pp. 13-14)