Las palabras de la oración son como la lluvia
Las gotas de lluvia y los copos de nieve, juntos y por separado, humedecen la tierra para que esta pueda fructificar.
Las palabras de la oración son como la lluvia o la nieve, cuando son dichas con fe y participación.
Cada una de ellas contiene su propia fuerza de germinación y su propio fruto. Las gotas de lluvia y los copos de nieve, juntos y por separado, humedecen la tierra para que esta pueda fructificar. Lo mismo ocurre con las palabras de la oración, que son como una lluvia espiritual: cada gota y cada copo pueden hidratar el alma, para que pueda germinar y producir buenas acciones y virtudes, colaboradoras del Espíritu Santo, especialmente cuando son acompañadas de una lluvia de lágrimas.
(Traducido de: Sfântul Ioan din Kronstadt, Viaţa mea în Hristos, traducere de Boris Buzilă, Ed. Sophia, Bucureşti, 2005, p. 343)