Palabras de espiritualidad

Las técnicas para la práctica de la “Oración de Jesús”

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

Translation and adaptation:

La mente debe repetir con comprensión, el corazón con afecto, y la voluntad, que es un rasgo del alma, debe poner de acuerdo la razón con el afecto.

¿Cómo es mejor practicar la “Oración de Jesús”? ¿Con la respiración o siguiendo el pulso del corazón?

En el caso de los principiantes, es mejor que repitan la “Oración de Jesús” con el ritmo de la respiración. Lo mismo para los monjes que la practican en sus celdas. Cuando nos hallemos en público, recomiendo repetirla con el pulso de nuestro corazón, para evitar que los demás nos vean orar y hagan comentarios inapropiados. En los textos de los Santos Padres encontramos estas dos técnicas para el aprendizaje y la práctica de la “Oración de Jesús”. La técnica de la respiración (mencionada antes) es la más adecuada para los que están empezando. Con todo, esta práctica no puede tener continuidad, porque no nos limitamos únicamente a esta oración, sino que también tenemos un canon (de oraciones diarias) por cumplir, además de participar en la Divina Liturgia y en los demás oficios que se celebran en la iglesia. En tales casos, no es posible seguir asociando la oración con la respiración, sino que debemos hacerlo con el movimiento del corazón. ¿Por qué digo que debemos ligar la oración al pulso del corazón? Porque existe ese movimiento del corazón, y los más avanzados en la “Oración de Jesús” vinculan su plegaria con su propio pulso cardíaco. Además, recomiendo que practiquemos la “Oración de Jesús” con claridad, concentrados en cada palabra, haciendo que nuestra mente descienda al corazón, al decir: “Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten piedad de mí, pecador”. Asimismo, recomiendo la práctica diaria de la “Oración de Jesús” al menos durante 15 minutos, en la soledad de nuestra habitación, de rodillas, pero no con el rostro en el suelo, sino con las manos sobre el pecho. Así, mientras la repetimos, concentrándonos en sus palabras, hacemos que nuestra mente descienda al corazón. La mente debe repetir con comprensión, el corazón con afecto, y la voluntad, que es un rasgo del alma, debe poner de acuerdo la razón con el afecto. Así es como se hace plena la calidad de la oración en nuestro ser, con lo que también realizamos nuestra semejanza con Dios. La mente no está acostumbrada a hacer esto. Pero, si practicamos este ejercicio diariamente, nos acostumbraremos a pronunciarla (la “Oración de Jesús”). Cierto es que, al principio, nuestro corazón no está acostumbrado a ello, pero, llamando a su puerta insistentemente, con las palabras de la oración, haremos que finalmente se abra.

(Traducido de: Mina Dobzeu, Rugăciunea lui Iisus pentru începători, Editura Panaghia, p. 8, Vatra Dornei, 2003)