Palabras de espiritualidad

Las tentaciones nos pueden atacar desde fuera o dentro nuestro

  • Foto: Oana Nechifor

    Foto: Oana Nechifor

Todos nuestros pecados salen desde adentro, es decir, del corazón, como el Señor les dijo a los Apóstoles: Lo que entra por la boca del hombre no es lo que lo hace impuro, sino lo que sale de ella”. Porque lo que sale, viene desde el corazón. Del corazón brotan el desenfreno, los homicidos, el orgullo, los insultos... salen de nuestro corazón como vininiendo de un infierno. La tentación exterior aparece con los cinco sentidos: vista, oído, gusto, olfato y tacto; éstos son denominados, por los Santos Profetas, “las ventanas del alma”. Por medio de esos sentidos, el hombre acepta grandes pecados en su alma, si no permanece vigilante a su propia atención y mente.

La tentación exterior

La tentación exterior aparece con los cinco sentidos: vista, oído, gusto, olfato y tacto; éstos son denominados, por los Santos Profetas, “las ventanas del alma”. Por medio de esos sentidos, el hombre acepta grandes pecados en su alma, si no permanece vigilante a su propia atención y mente. Los cinco sentidos son como nuestros cinco acueductos naturales, en los que el maligno vierte toda clase de vicios y maldades, para que lleguen a nuestra alma. Los demonios utilizan también otra tentación más grande que los cinco sentidos: la imaginación. La imaginación es más sutil que los cinco sentidos, pero más gruesa que nuestra mente. Cuando nos ataca en forma de tentación, la imaginación no utiliza sólo lo que ha visto, sino también lo que ha escuchado, lo que ha gustado, lo que ha olido y lo que ha tocado. Utiliza todo esto para atacar el alma. Por eso es más difícil controlar tu imaginación, que a tus cinco sentidos o a tu propia mente.

La tentación interior

Todos nuestros pecados salen desde adentro, es decir, del corazón, como el Señor les dijo a los Apóstoles: “Lo que entra por la boca del hombre no es lo que lo hace impuro, sino lo que sale de ella”. Porque lo que sale, viene desde el corazón. Del corazón brotan el desenfreno, los homicidos, el orgullo, los insultos... salen de nuestro corazón como vininiendo de un infierno. Por eso, cada vez que algo así sale de nuestro corazón, estamos siendo inducidos con una tentación interior.

San Clemente dice: “Haz de tu mente guardián del corazón, para que no reciba ni lo que fiene desde afuera, ni lo que sale de adentro”. Detén lo que sale de adentro, con la oración: “¡Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten piedad de mí, pecador!”; y lo que viene de afuera, deténlo pensando en los trabajos del infierno, en la felicidad del Paraíso, en la oración y demás acciones virtuosas.

(Traducido de: Arhimandrit Ilie Cleopa, Ne vorbește Părintele Cleopa, ediția a II-a, volumul VI, Editura Mănăstirea Sihăstria, Vânători-Neamț, 2004, pp. 34-35)