¿Le temo a Dios o al mundo?
Siendo conscientes de nuestra nimiedad, nos despertamos en Cristo, nos llenamos de valor en Cristo y vencemos en Cristo.
El temor de Dios es el custodio de la libertad, en tanto que el temor al mundo es la puerta a la esclavitud. El temor al mundo nos somete a este —y el mundo degrada al hombre—, en tanto que el temor de Dios nos somete a Dios, y Él nos libera, nos perfecciona y nos hace soberanos del mundo.
El temor de Dios conduce al temor al pecado y a la conciencia de la responsabilidad en la misión humana, porque este es, de hecho, el coraje en las cosas santas, en lo que es bueno, en la verdad. El temor de Dios mantiene lúcido el espíritu, viva la conciencia, pura la vida y al mundo en un orden divino, en tanto que el temor al mundo adormece el espíritu, confunde la conciencia, envilece el alma y el mundo se convierte en algo insoportable.
Presentémonos ante Dios con temor y estremecimiento, y seremos felices tanto en esta vida como en la eternidad, felices en nuestro interior y en nuestras relaciones con los demás, porque, siendo conscientes de nuestra nimiedad, nos despertamos en Cristo, nos llenamos de valor en Cristo y vencemos en Cristo.
(Traducido de: Ioan Ianolide, Întoarcerea la Hristos, Editura Christiana, București, 2006, p. 455)