Leer y meditar
Tienes que procurar leer las oraciones que te haya enseñado tu padre espiritual. Esas oraciones son como puertas. ¿Cómo entrar, entonces, sin abrir la puerta? ¡Tienes imponerte al tedio! ¡No son tantas oraciones! Piensa que, leyéndolas, estás hablando con Dios, y Él te escucha.
La lectura y la meditación van de la mano. Ambas nos pueden preparar para orar… o pueden quedar sin frutos. Sin embargo, por sí mismas no constituyen una oración y tampoco pueden sustituir a la oración misma. El límite de la lectura es alcanzar un objetivo que atrape nuestra atención y la detenga solamente sobre sí mismo. Esto es exactamente lo que ocurre con la meditación. Y constituye un largo paso hacia la oración o hacia el estado de oración. Por eso, como recomendación general, es bueno que, en la mañana, después de orar, alcancemos ese estado, leyendo. Leamos un poco… Pero, insisto, la lectura per se no representa todo. Ahí, en el estado de oración, se interrumpe la lectura y la mente se detiene, no se agita más, y eso es bueno. Tienes que procurar leer las oraciones que te haya enseñado tu padre espiritual. Esas oraciones son como puertas. ¿Cómo entrar, entonces, sin abrir la puerta? ¡Tienes imponerte al tedio! ¡No son tantas oraciones! Piensa que, leyéndolas, estás hablando con Dios, y Él te escucha. Son oraciones que pueden ser aprendidas, recitadas de memoria, discernibles tanto para tu propio corazón como para Dios… pero tienes que vencer tu propia naturaleza. ¡Que Dios te ayude en esta tarea!
(Traducido de: Sfântul Teofan Zăvorâtul, Învăţături şi scrisori despre viaţa creştină, Traducere de Elena Dulgheru şi Richard Sârbu, Editura Sofia, Bucureşti, 2001, p. 5)