Lo que debo hacer para obtener la Gracia de Dios
Si le pido a Dios Su piedad, cada vez que mi semejante me pida ayuda, tengo que apiadarme de él. Eso es lo que dice el Señor.
Un padre me enseñó que, toda mi vida, mientras Dios me conceda años, tengo que implorar Su misericordia. Entonces, pidiendo la mistericordia divina, también yo tengo que practicarla, porque así lo dice el Señor, que seremos medidos con la medida que nosotros mismos utilicemos. Así, si le pido a Dios Su piedad, cada vez que mi semejante me pida ayuda, tengo que apiadarme de él. Eso es lo que dice el Señor.
Y para que el Espíritu Santo no se aleje de mí, debo guardarme de una cosa: lo que no te gusta que te hagan, no se lo hagas a otro. Y lo que quiero que el mundo me haga a mí, eso debo hacer yo al mundo. ¿A qué me refiero con esto? A que tengo que desear la salvación de todos y orar por ellos, y en la medida de lo posible no ofender a nadie, y en la medida de lo posible retirarme, amar y huir. Porque si me aparto y odio, estoy obligado a regresar, pero si amo y me alejo, entonces Dios sabe que no los odio. Me aparto de ellos para no tener problemas con nadie.
Y, buscando la tranquilidad, el Espíritu Santo se asienta en un lugar de paz. Se dice que cuando el monje o el cristiano ya no tiene amor por el prójimo, inmediatamente pierde la paz. Y entonces, si ya no tiene paz, porque alguien lo ofendió, el Espíritu Santo se aparta. Porque la morada del Espíritu Santo es la paz. Si quiero ganarme el Espíritu Santo, primero debo ganarme a mi prójimo. Y en la medida en que me he ganado el prójimo, en esa misma medida Cristo se deja descubrir.
(Traducido de: Părintele Răzvan Andrei Ionescu, Părintele Proclu, așa cum l-am cunoscut, Editura Doxologia și Editura Apostolia, Iași, 2017, pp. 37-38)