Lo que nos espera en el Paraíso
“Lo que el ojo no vio, lo que el oído no oyó, lo que ningún hombre imaginó, eso preparó Dios para los que le aman” (I Corintios 2, 9).
El Paraíso es el Reino de Dios, en el cual recompensará a todos aquellos que le obedezcan y cumplan con Su voluntad. El Santo Apóstol Pablo dice: “Lo que el ojo no vio, lo que el oído no oyó, lo que ningún hombre imaginó, eso preparó Dios para los que le aman” (I Corintios 2, 9).
En este mundo ha habido, hay y habrá cientos de reinos, con miles de generaciones de personas cada uno, pero jamás ha existido un solo hombre que haya sido tan feliz que no haya conocido qué es el dolor, el sufrimiento y la tristeza. De entre millones y millones de familias, es imposible encontrar una sola en la que falten la aflicción y las penas. Luego, nosotros, quienes vivimos en este mundo, podríamos decir que nos hallamos entre el Cielo y el infierno: tenemos alegrías, sí, pero también tribulaciones. Sin embargo, la diferencia entre las cosas de la tierra y las del Paraíso es tan grande como la distancia que hay entre el firmamento y la tierra.
En las oraciones que elevamos por el perdón de nuestros pecados y el reposo de nuestros difuntos en el Señor, decimos: “Concédeles el descanso, Señor, a las almas de Tus difuntos siervos, en un lugar luminoso, en un remanso de paz, en donde no existen ni el dolor, ni la tristeza, ni los lamentos”. Ese es el Paraíso. No tenemos con qué comparar la felicidad del Cielo, solamente podríamos decir que en este mundo lo que hay es salud y enfermedad, en tanto que en el Cielo no hay nada más que felicidad, y en el infierno dolor y sufrimiento.
En el Cielo, el ojo se regocijará viendo la belleza y la gloria de Dios, junto con otras bellezas inimaginables; ahí, el oído se alegrará con cánticos jamás escuchados, el gusto se endulzará sin cesar, el olfato se llenará con los más aromáticos perfumes, y el tacto sentirá las cosas más bellas. Claro está, nada de esto que digo será algo material, como aquí en la tierra, sino de forma espiritual.
(Traducido de: Arhimandritul Serafim Man, Crâmpeie de propovăduire din amvonul Rohiei, Editura Episcopiei Ortodoxe Române a Maramureșului și Sătmarului, 1996, pp. 176-177)