¡Qué gozo para nosotros que el Señor no sólo perdone nuestros pecados, sino también se dé a conocer al alma, cuando esta se hace humilde! Todos y cada uno de nosotros nos podemos humillar y conocer al Señor por medio del Espíritu Santo. Para conocer al Señor no se necesita tener dinero ni propiedades, sino solamente ser humildes. El Señor se ofrece a Sí mismo como un don, por Su inmensa misericordia. Antes desconocía esto, pero ahora veo, cada día y a cada instante, la piedad de Dios. El Señor nos da Su paz incluso cuando dormimos. Pero, sin Él, no es posible que tengamos paz en el alma.

Debido al orgullo que tienen en sus mentes, el Señor no se da a conocer a algunos, aunque ellos sigan creyendo que saben mucho. ¿Pero qué podría representar su ciencia, si no conocen al Señor, si no conocen el don del Espíritu Santo, si no saben cómo viene y cómo se pierde?

Entonces, hermanos, hagámonos humildes, y el Señor nos revelará todo, tal como un padre amoroso les enseña todo a sus hijos.

(Traducido de: Cuviosul Siluan Athonitul, Între iadul deznădejdii și iadul smereniei, Editura Deisis, Sibiu, 2000, p. 52)