Palabras de espiritualidad

Lo que representa la oración verdadera

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

Translation and adaptation:

El hombre se crucifica a sí mismo en la oración, crucificando las pasiones y los pensamientos de pecado que se aferran a su alma.

«Solamente por medio de la fe, el hombre vence al egoísmo y llega más allá de los límites del “yo”, entrando a una nueva realidad trascendental, que trasciende, a su vez, al subjetivismo. En esta nueva realidad, el creyente es guiado y conducido por la oración; él siente, piensa y vive por la fe. Trazando este camino de la fe en la mente del hombre, San Isaac observa el hecho que la mente es protegida y orientada por la oración, transformando todo buen pensamiento en una meditación sobre Dios. Pero la oración es también una lucha dura, llamando a la acción al ser entero. El hombre se crucifica a sí mismo en la oración, crucificando las pasiones y los pensamientos de pecado que se aferran a su alma. “La oración es la muerte de los pensamientos carnales de la vida carnal del hombre”. La paciente perseverancia en la oración representa para el hombre un esfuerzo descomunal: el de renunciar a sí mismo. Esto es fundamental para la obra de la salvación. La oración es la fuente de la salvación y solamente por medio suyo todas las demás virtudes —y las cosas buenas— pueden alcanzarse. Por eso, el hombre de oración es asaltado por terribles tentaciones, de las cuales es protegido y librado solamente por la misma oración. El más seguro centinela de la mente es la oración. Ella aleja las nubes de las pasiones e ilumina la razón, llenando de sabiduría la mente. La incesante perseverancia en la oración es un auténtico signo de la perfección. La oración espiritual se transforma en éxtasis y empiezan a revelarse los misterios de la Santísima Trinidad, en tanto que la mente entra en la esfera de la santa ignorancia, que es más grande que el conocimiento. Iniciada por la fe, la sanación de los órganos del entendimiento es continuada por la oración. Luego, los límites de la personalidad humana se amplían cada vez más, y el amor a Dios viene a ocupar progresivamente el lugar del egoísmo».

(Traducido de: Sfântul Iustin Popovici, Credința Ortodoxă și viața în Hristos, Editura Bunavestire)