Lo que sucede cuando en la persona viene a morar la Gracia de Dios
En esta luz divina, tan refulgente, el corazón se sosiega, se calma y de él brotan los frutos del Espíritu Santo: paz, paciencia, bondad, amor, humildad, etc. Entonces, el alma del hombre experimenta una perfecta felicidad.
Cuando el Espíritu Santo mora en una persona, sus pensamientos se ordenan y se armonizan. Se trata de una persona piadosa y humilde. Es una persona que se acuerda de su propia muerte, de sus pecados, del Juicio de Dios, del tormento eterno. Por eso, es una persona sensible a las cosas santas. Sus ojos se llenan de lágrimas al orar, y su alma adquiere una paz profunda. Mientras más viene la Gracia a esta persona, más se tranquiliza su mente y su alma es rebosada por el consuelo de la Pasión de Cristo y de Su inmenso amor a la humanidad. En este estado, la mente entra en el terreno de las visiones auténticas y entiende el inconmensurable poder de Dios, Quien con una sola palabra creó de la nada el universo entero. Al mismo tiempo, la mente admira la omnipotencia de Dios, con la cual Él gobierna todo, y se reconoce abrumada por la impotencia de entender el misterio de la Santísima Trinidad y la inmensidad del Sacrificio divino. La mente, así, es llevada más allá de los sentidos materiales, donde es iluminada y cubierta por el conocimiento divino. En esta luz divina, tan refulgente, el corazón se sosiega, se calma y de él brotan los frutos del Espíritu Santo: paz, paciencia, bondad, amor, humildad, etc. Entonces, el alma del hombre experimenta una perfecta felicidad.
(Traducido de: Arhimandritul Ioannikios, Patericul atonit, traducere de Anca Dobrin și Maria Ciobanu, Editura Bunavestire, Bacău, 2000, pp. 177-178)