Palabras de espiritualidad

Lo que tenemos que hacer para salvarnos

    • Foto. Silviu Cluci

      Foto. Silviu Cluci

¿Para qué sirve la Santa Iglesia, sus dogmas y sus mandatos, los sacramentos, los períodos de ayuno, las vigilias y las oraciones, las consagraciones y todo lo demás?

Estoy convecido de que si el Señor apareciera entre nosotros en este momento, todos aquellos que buscan el bien auténtico, viendo cómo el espíritu del mundo actual, sus doctrinas y disposiciones se contradicen entre sí, todos le preguntarían al unísono: “Señor, ¿qué debemos hacer para heredar la vida eterna? ¿Qué tenemos que hacer para salvarnos?”.  Hermanos, ayer como hoy, Jesucristo es el mismo, y lo será siempre (Hebreos 13, 8). En aquel entonces le respondió al judío que buscara la respuesta en la Ley: “¿Cómo entiendes lo que aparece escrito en la Ley?”.

Actualmente, sin duda le diría al cristiano que abra el Santo Evangelio y que busque todo lo referente a la Iglesia de Dios, para después preguntarle: “¿Cómo entiendes lo que ahí aparece escrito?”. Es evidente que el Señor, dirigiendo la atención del judío a la Ley, quería sugerirle: “No necesitas preguntármelo, el camino a la salvación está escrito en la Ley. Haz lo mismo y te salvarás. Para eso es que existe la Ley, para llevarte a la salvación”.

De igual forma debemos responderles a los cristianos que dudan debido a la falta de claridad que los rodea: “¡Ni siquiera deben preguntarlo! El cristianismo es el único camino a la salvación. Sean cristianos auténticos, y se salvarán”. ¿Para qué sirve la Santa Iglesia, sus dogmas y sus mandatos, los sacramentos, los períodos de ayuno, las vigilias y las oraciones, las consagraciones y todo lo demás? Todo esto, todo lo que abarca nuestra Santa Iglesia representa el único camino a la salvación. Quien lo reciba con su corazón y cumpla celosamente con todo lo que nos manda la Iglesia, ese no se verá afuera de la senda que lleva a la salvación.

(Traducido de: Sfântul Teofan Zăvorâtul, Viaţa lăuntrică, Editura Sophia, București, 2000, pp. 23-24)