Los Santos Padres decían que lo único que poseemos en verdad son nuestros pecados. Porque, afirmaban, nadie es dueño sino de aquello que ha creado desde la nada. Así, cumpliendo con esta condición, Dios creó al hombre de la nada, y este creó el pecado.

El pecado no es una realidad con soporte propio, sino las garras del caos en la nuca de la realidad, o el terrible acecho de la nada, que anhela engullir todo lo que existe.

(Traducido de: Părintele Arsenie Boca, Părintele Arsenie Boca – mare îndrumător de suflete din secolul XX, Editura Teognost, Cluj-Napoca, 2002, p. 127)