Palabras de espiritualidad

Los auténticos frutos de nuestras buenas acciones

  • Foto: Valentina Birgaoanu

    Foto: Valentina Birgaoanu

Translation and adaptation:

Una buena acción demuestra ser provechosa solamente cuando se hace por amor a Cristo.

Debes saber, alegría mía, que una buena acción da frutos en el Espíritu Santo, solamente cuando se hace por amor a Cristo. Desde luego, una buena acción, incluso cuando no se hace por amor a Cristo, no deja de ser algo grato y laudable. La Escritura dice: “En toda nación mira con benevolencia al que teme a Dios y practica la justicia” (Hechos 10, 35). ¡Qué agradable se hace ante el Señor el hombre que obra con justicia! Esto es algo que se puede entender perfectamente en el relato neotestamentario de Cornelio. Este era un hombre temeroso de Dios y muy compasivo. Un día, mientras oraba, se le apareció un ángel de Dios, quien le dijo: “Manda a buscar a Simón, llamado Pedro, que está en Jope, a la orilla del mar, en la casa de Simón el curtidor” (Hechos 10, 32). Pedro le habló a Cornelio de la vida eterna, y este y su familia creyeron.

El Señor se vale de todos los medios de los que dispone para darle la posibilidad al justo, como recompensa por sus buenas acciones, de no verse privado de la felicidad eterna.

A partir de este relato podemos concluir que el Señor, en lo que concierne a las buenas acciones que no se hacen por amor a Él, se limita a darnos los medios para que nosotros las aprovechemos. Y de nosotros depende si lo hacemos o no. Esta es lar razón por la cual el Señor les dijo a los hebreos: “Si fueseis ciegos, no tendríais culpa; pero como decís que veis, seguís en pecado” (Juan 9, 41).

Así las cosas, cuando alguien actúa correctamente, como Cornelio, aunque no pensando en Cristo, pero después empieza a creer en Él, sus buenas acciones empiezan a ser consideradas como realizadas por amor al Señor. Pero, si la persona se obceca en su incredulidad, después no tendrá derecho a lamentarse por la falta de frutos de sus buenas acciones. Porque una buena acción demuestra ser provechosa solamente cuando se hace por amor a Cristo, y la persona ya desde esta vida se llena con la Gracia del Espíritu Santo. Y es que está escrito: “Dios da el Espíritu sin medida” (Juan 3, 34).

(Traducido de: Un serafim printre oameni – Sfântul Serafim de Sarov, traducere de Cristian Spătărelu, Editura Egumenița, 2005, pp. 359-360)