Los consejos espirituales nos purifican, siempre
“¿Para qué habría de seguir pidiéndoles consejo, si no soy capaz de hacer nada de lo que me dicen? Estoy lleno de impureza...”
Un hermano le preguntó lo siguiente a un anciano:
—Abbá, yo les pido consejo a los padres, y ellos me hablan de lo que sucede con mi alma, pero no guardo nada de sus palabras. Entonces, ¿para qué habría de seguir pidiéndoles consejo, si no soy capaz de hacer nada de lo que me dicen? Estoy lleno de impureza.
En la celda del anciano había dos vasijas vacías. Señalándolas con el dedo, le respondió al monje:
—Trae una de esas vasijas, pon en ella algo de aceite, tápala, agítala un poco y luego pon el aceite en su lugar.
El hermano hizo así una vez, y otra vez más. Luego, vació el aceite y puso la vasija en el sitio donde estaba antes. Entonces el anciano le dijo:
—Ahora trae las dos vasijas y mira cuál está más limpia.
El hermano respondió:
—La que tuvo el aceite.
El anciano le dijo:
—Lo mismo pasa con el alma: aunque no retenga nada de lo que escucha al preguntar —lo cual, sin embargo, no me parece del todo cierto—, se purifica más que aquella que jamás pregunta nada.
(Traducido de: Everghetinosul, vol. 1-2, traducere de Ștefan Voronca, Editura Egumenița, Galați, 2009, p. 89)
