Quienes visitaban por primera vez el monasterio, se quedaban asombrados cuando el stárets, aunque no los conocía, los llamaba por su nombre o les hablaba de las dificultades que habían enfrentado para llegar al monasterio. Con todo, el stárets era muy cuidadoso con el excepcional don que tenía para ver las cosas que aún no habían sucedido o que estaban sucediendo sin estar él presente. Aunque conocía a profundidad del corazón de quienes venían a visitarle, no les decía nada más y prefería esconder el don que tenía.

Como dijo el padre Porfirio, pocos días después del deceso del padre Jacobo, “el stárets Jacobo tenía el don de la intuición y el discernimiento en abundancia, pero lo ocultaba cuidadosamente, para no ser encomiado por ello. Sin duda, es uno de los más grandes santos de nuestros tiempos”.

(Traducido de: Stelian Papadopulos, Fericitul Iacov Țalikis, Starețul Mănăstirii Cuviosului David „Bătrânul”, Editura Evanghelismos, București, 2004, p. 149)