Los estados espirituales del que ve con su alma
En ambos estados de la “visión espiritual”, la iluminación y la deificación, el conocimiento de Dios es puramente empírico. No es un conocimiento metafísico, como el resultado de alguna meditación filosófica.
¿Cuáles son, actualmente, los teólogos de la Iglesia? Solamente aquellos que han alcanzado la capacidad de ver con el alma. Esa “visión espiritual” está conformada por la iluminación y la deificación. La iluminación es un estado incesante, que persiste durante todo el día y toda la noche, aún cuando se duerme (Cantar 5, 2). Por su parte, la deificación es un estado en el cual la persona puede ver la gloria de Dios, durante el tiempo que Él quiera.
Puede que alguien, habiendo sido iluminado, no alcance la deificación. Dios, quien la otorga, juzga si es necesario llevar al iluminado a la deificación. Y el hecho que no lo lleve a la deificación puede significar que así, sin alcanzarla, es mejor para su alma, porque, de lo contrario, el estado de deificación podría hacerle daño, por ejemplo, llevándole al orgullo. Esto quiere decir que Dios lleva al individuo a la deificación, sólo cuando sabe que esto no representa ningún peligro espiritual y sólo cuando lo considera necesario, sea para auxiliarle, sea para prepararle para alguna misión.
De esta manera, la experiencia de la deificación no es una automática. Un individuo que ha sido iluminado no alcanzará la deificación simplemente porque así lo desee. El iluminado antes duda en pedírselo a Dios. Sin embargo, cuando la deificación sea necesaria, Dios descenderá y se la concederá al hombre, mostrándole Su gloria, Su luz no-creada. Por ejemplo, pensemos en un asceta que vive en soledad, aislado del mundo y entre muchas carencias, todo por amor a Dios. Entonces, habiéndose purificado, viene el Espíritu Santo a consolarle y a ofrecerle la experiencia de la deificación. Un asceta verdadero nunca está solo, porque siempre tiene en su corazón al Espíritu Santo, quien ora a su lado y le acompaña en su aparente soledad. Ese es el estado de iluminación. Luego, cuando el Espíritu Santo lo considera oportuno, le concede poco a poco la experiencia de la deificación, cuando es necesario y solamente por su bien, por ejemplo, para fortalecerle después de un ataque del demonio. Esto es algo que encontramos claramente en la vida de los santos. En ambos estados de la “visión espiritual”, la iluminación y la deificación, el conocimiento de Dios es puramente empírico. No es un conocimiento metafísico, como el resultado de alguna meditación filosófica.
(Traducido de: Pr. prof. univ. dr. Ioannis Romanides, Teologia patristică, Editura Metafraze, Bucureşti, 2011, p. 72-73)