Los malos pensamientos generan solamente malas acciones
El juicio recto despierta relámpagos de venganza, pero la bondad detiene la mano que está dispuesta a soltarlos. La misericordia quiere darle al que sufre el cáliz de la salvación, pero el insensato hijo de la perdición no soporta ni siquiera que le mencionen la sanación de su cruenta enfermedad.
El estado natural de los descendientes de Adán incluye no solamente el llanto, sino también la desesperanza; no solamente los lamentos, sino también la petrificación; no solamente el abatimiento, sino también la perdición. El hombre se empeña en pensar en el mal (Génesis 6, 5): aquí es donde empieza un torrente continuo de cosas malas, que rebosa desde la mente sobre cada una de sus acciones; es algo que consume todas sus fuerzas y, en lo que respecta a lo exterior, no trae sino soledad y desolación.
¿Es posible, entonces, que Dios, que es un Juez Justo, se abstenga de examinar con severidad a aquel que infringe la ley a cada instante? ¿Es posible que nuestro Buen Creador se muestre indiferente ante los lamentos de la criatura sometida a la desventura? El juicio recto despierta relámpagos de venganza, pero la bondad detiene la mano que está dispuesta a soltarlos. La misericordia quiere darle al que sufre el cáliz de la salvación, pero el insensato hijo de la perdición no soporta ni siquiera que le mencionen la sanación de su cruenta enfermedad.
(Traducido de: Sfântul Filaret, Mitropolitul Moscovei, Cuvinte despre Taina Crucii, Editura Sophia, București, 2002, pp. 25-26)