Los milagros son la respuesta de Dios a nuestras plegarias
Por las oraciones de un simple sacerdote, en nuestros días, pero también en la antigüedad, han sanado y siguen sanando muchos enfermos, haciendo que ceda cualquier clase de dolencia.
Por las oraciones de un simple sacerdote, en nuestros días, pero también en la antigüedad, han sanado y siguen sanando muchos enfermos, haciendo que ceda cualquier clase de dolencia. Mientras tanto, por medio de la oración común, en procesiones, en campos, huertos y sembradíos, se realizan milagros por parte de Dios, la Madre del Señor y todos los santos. Y esto ocurre todo el tiempo.
Estos milagros no significan otra cosa que la respuesta del Padre Celestial a las plegarias de Sus hijos. Y es algo que puede verificarse en cualquier aldea y en cualquier ciudad del mundo ortodoxo.
Si cualquier persona de buena voluntad presta atención a lo que le pide su vecino y el hermano escucha la súplica de su hermano, es imposible que el Padre no atienda las peticiones de Sus hijos.
“¿Quién de vosotros si su hijo le pide pan le dará una piedra? O si le pide un pez, ¿le dará una serpiente? Pues si vosotros, que sois malos, sabéis dar a vuestros hijos cosas buenas, ¡cuánto más vuestro Padre celestial dará cosas buenas a quien se las pida!” (Mateo 7, 9-11). Dios obra milagros, sea acogiendo las plegarias del que sufre, o atendiendo las súplicas de sus padres o familiares, o escuchando las oraciones del sacerdote y las de la Iglesia entera.
La Iglesia atesora, en el arca de su prolongada experiencia, incontables ejemplos de la forma en que nuestro misericordioso Dios responde con milagros a cualquier clase de oración, sea esta personal, o la del sacerdote, o la de los parientes del que sufre, o la de la Iglesia Universal.
(Traducido de: Sfântul Nicolae Velimirovici, 105 capete despre minuni, traducere de Preot Victor Manolache, Editura Egumeniţa, Galaţi, 2011, pp. 46-47)