No es necesario seguir desesperadamente las huellas de Dios en los cielos, ni llevar tu intelecto de aquí para allá, buscándolo a Él (Deuteronomio 30, 11-14). Purifica tu alma, hombre, aleja de ti la preocupación por las cosas ajenas a tu naturaleza, recubre tu mente con el velo de la pureza y la humildad, y conocerás a Aquel que vive en tu interior. Porque los misterios se revelan solamente a los humildes (Lucas 10,21).

(Traducido de: Sf. Isaac Sirul, Cuvinte către singuratici, partea I, cuv. 4, Editura Deisis)