Palabras de espiritualidad

Los niños necesitan una libertad bien administrada, para crecer en armonía

  • Foto: Florentina Mardari

    Foto: Florentina Mardari

Si lo sujetas fuertemente —como si lo estuvieras atando con una cadena— diciéndole siempre “no”, el niño se rebelará en contra tuya, perdiendo, así, toda tu autoridad sobre él. De hecho, ante sus ojos te convertirás en una influencia negativa. Las restricciones deben ser elegidas con cuidado, siempre basadas en el amor y la comprensión de las necesidades propias de su desarrollo. El niño no siempre entenderá el amor que hay detrás de cada “no” tuyo, pero si lo utilizas razonablemente, entonces tendrá una influencia positiva sobre él.

Uno de los retos de ser padre es saber acordar la libertad de los hijos, para que actúen por su propia iniciativa. Esto es algo esencial para su desarrollo, tanto espiritual como en la vida de este mundo. Cuando los niños son pequeños, solemos protegerlos con mucho cuidado, sabiendo que aún no son capaces de ejercer su propia iniciativa con inteligencia. Pero, cuando crecen, ese control se debilita un poco.

No quiero que cometas el error de controlarlo con exageración, forzándolo constantemente a que haga lo que tú quieres, porque con esta actitud sólo conseguirás que se aleje de ti. Desde luego que aún es necesario supervisarlos un poco, para que no cometan errores graves.

El Padre Paisos utiliza una interesante analogía, un jardín, para explicar cómo debe ser una relación sana padre-hijo. Él dice lo siguiente:

Los padres no deben ayudar a sus hijos a la fuerza, porque los podrían sofocar… Pueden vigilarlos para mantenerlos en el buen camino, pero sin crear una distancia con ellos. Los padres deberían hacer lo que todo buen jardinero cuando siembra un árbol pequeño: lo ata suavemente a una resistente estaca, impidiendo así que crezca torcido y que la fuerza del viento lo dañe. Después, lo riega con frecuencia, cuidando esmeradamente que sus ramitas crezcan. Puede también rodearlo con una pequeña cerca, para que las cabras no se acerquen a mordisquearlo, destruyéndolo. Y es que un árbol mutilado no puede dar fruto, mucho menos ofrecer su sombra. Una vez que sus ramas han crecido grandes y fuertes, entonces el jardinero retira la cerca, para que el árbol fructifique y ofrezca su sombra, tanto a los animales como a los hombres."

A menudo los padres quisieran atar a sus hijos con una “cadena” fuerte. No obstante, lo necesario es crear un vínculo con delicadeza. Los hijos necesitan su propio espacio, para que puedan ir tomando sus propias decisiones, poco a poco. Mientras vayan descubriendo las consecuencias de sus actos, los padres pueden consolidar su comportamiento con las enseñanzas del Evangelio. Así aprenderán cómo utilizar su libre albedrío, en concordancia con los mandamientos de Dios. Pueden aprender a elegir y así obtener una vida provechosa, por Cristo. Al hacer esto, los padres deben orar constantemente por sus hijos, pidiéndole a Dios que los guíe en sus elecciones.

Si lo sujetas fuertemente —como si lo estuvieras atando con una cadena— diciéndole siempre “no”, el niño se rebelará en contra tuya, perdiendo, así, toda tu autoridad sobre él. De hecho, ante sus ojos te convertirás en una influencia negativa. Las restricciones deben ser elegidas con cuidado, siempre basadas en el amor y la comprensión de las necesidades propias de su desarrollo. El niño no siempre entenderá el amor que hay detrás de cada “no” tuyo, pero si lo utilizas razonablemente, entonces tendrá una influencia positiva sobre él.

Lo peor que puedes hacer es tratar a tu hijo como si fuera un amigo tuyo. En la mayoría de casos evitamos discutir con nuestros amigos, aceptándolos tal y como son. No tratamos de hacerlos mejores. Pero nuestros hijos, al contrario, necesitan de nuestra guía para desarrollarse adecuadamente. Debemos decir “no” cuando sea necesario, sin predisponernos a que nos rechazarán. Es necesario asegurarles un poco de espacio para que tomen sus propias decisiones y permitirles que cometan también pequeños errores, para que puedan aprender a elegir correctamente por su cuenta y darse cuenta que los estamos guiando con amor.

Así las cosas, no olvides nunca a tu hijo en tus oraciones y ora diariamente con él. La oración diaria es esencial para nuestro crecimiento espiritual, adultos y niños. Lo mejor es que la familia ore unida, día a día.

(Fuente: orthodoxwayoflife.blogspot.ro)