Debes esforzarte en conocerte a ti mismo, tus carencias, tus debilidades y tus límites, analizando una y otra vez tus defectos con los ojos del alma. Es necesario que medites sobre la grandeza de Dios y tu estado de pecador; asimismo, tienes que reflexionar sobre la humildad de Cristo. ¡Qué grande es el amor de Cristo por nosotros! ¡Qué inconmensurable es Su humildad! La mente no puede entenderlo. Esmérate en meditar sobre las cosas que te propone el Santo Evangelio. No te detengas a pensar en lo bueno que ya tienes, sino en aquello que te falta. Acuérdate de los pecados que has cometido… Asimismo, atribúyele a Dios el bien que hayas hecho y agradécele solo a Él. Jamás presumas de las buenas obras que realices.

(Traducido de: Sfânta Xenia cea smerită și nebună pentru Hristos, traducere de prof. Elena Călin, Editura Egumenița, Galați, p. 29)