Los peligros de ser receptivos a los elogios
Los elogios y las lisonjas son cosas muy dañinas para el monje. Un monje que gusta de ser alabado es como un hombre que pretende atrapar su propia sombra.
Un anciano monje decía:
—¿Hay alguien que se atreva a decir que ningún monje ha sido crucificado? Acordémonos del padre S., quien durante 60 años vivió en el Santo Monte Athos y nunca más salió al mundo.
Después, agregaba:
— Los elogios y las lisonjas son cosas muy dañinas para el monje. Un monje que gusta de ser alabado es como un hombre que pretende atrapar su propia sombra.
También decía:
—Un monje, al cumplir sus trabajos de obediencia, puede llegar a decir: “Cuando mi stárets me reprende no me ama”. Pero si supiera que todo el tiempo está en el corazón de su padre espiritual…
(Traducido de: Arhimandritul Ioannikios, Patericul atonit, traducere de Anca Dobrin și Maria Ciobanu, Editura Bunavestire, Bacău, 2000, p. 84)