Palabras de espiritualidad

Los pensamientos blasfemos durante los oficios litúrgicos

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

Translation and adaptation:

Nuestros cánticos serán los Salmos mismos. Estos son tanto una oración dirigida a Dios como un desprecio frontal al demonio. Salmodiando, golpearemos al demonio por aquí y por allá, hasta hacerlo desaparecer.

¿Cómo apartar un pensamiento blasfemo surgido durante los oficios litúrgicos?

—Con el cántico de los Salmos que dice “abriré mi boca...”. ¿No sabes nada de música? ¡No hurgues más en ellos, desprécialos! Cuando nos ponemos a charlar con tal clase de pensamientos mientras oramos, nos asemejamos a un soldado que saca una granada y empieza a jugar con ella mientras se reporta ante su superior.

¿Y si ese pensamiento insiste?

—Si insiste, es que en algún sitio, muy adentro tuyo, encuentra el refugio que busca. La mejor solución es rechazar abiertamente al demonio, quien es experto en toda clase de argucias. En esos momentos incluso es mejor evitar pronunciar la “Oración de Jesús”. ¿Por qué? Porque, pronunciándola, le estamos demostrando al demonio que nos preocupa lo que ocurre, y este, siendo tan astuto, hallará pronto un punto débil en nosotros para atacarnos con más pensamientos blasfemos. Por eso es que lo mejor es ponernos a cantar. Esto es algo que saben hasta los niños pequeños: cuando quieren despreciar a alguien que les está hablando, empiezan a cantar un “tralalalá”, o algo parecido. Lo mismo tenemos que hacer nosotros ante el demonio. Pero nuestros cánticos serán los Salmos mismos. Estos son tanto una oración dirigida a Dios como un desprecio frontal al demonio. Salmodiando, golpearemos al demonio por aquí y por allá, hasta hacerlo desaparecer.

Pero... cuando me hallo en semejante estado, padre, no puedo ni cantar, y hasta me resulta difícil acercarme a comulgar.

—¡Atención, que esto es algo muy peligroso! El demonio te bloquea. Tú lo que debes hacer es cantar y acercarte a comulgar, sabedor de que esos pensamientos no son precisamente tuyos. Escucha: canta un “En verdad es justo...” y verás cómo el maligno huye despavorido.

Voy a contarte algo sobre un monje que vino al Santo Monte siendo apenas un chiquillo. Era huérfano, por eso había perdido todo afecto por la idea de una madre natural, dirigiéndolo más bien hacia la Madre del Señor. La amaba como si fuera su verdadera madre. ¡Con qué devoción honraba el ícono de la Theotokos! El problema es que, en un momento dado, el demonio se aprovechó de ese amor y empezó a inducirle pensamientos blasfemos. Aturdido, el monje incluso dejó de venerar los íconos. Cuando el stárets supo lo que ocurría, se le acercó, lo tomó de la mano y lo llevó a besar los íconos de la Madre de Dios y de nuestro Señor Jesucristo en el rostro y las manos... y en ese mismo instante desaparecieron los malos pensamientos que atormentaban a aquel hombre de Dios. Ciertamente, es una insolencia besar en el rostro a la Virgen María y a nuestro Señor, pero el stárets procedió de esta manera para librar al monje de las tentaciones del demonio.

(Traducido de: Cuviosul Paisie Aghioritul, Cuvinte duhovnicești. Volumul III. Nevoință duhovnicească, traducere de Ieroschimonah Ștefan Nuțescu, ediția a II-a, Editura Evanghelismos, București, 2011, pp. 40-41)