Los santos no dejan de cuidarnos
Sabemos que hay una Iglesia que lucha, aquí en la tierra y una Iglesia triunfante, en el Cielo, en donde los santos, después de partir de este mundo, no dejan de cuidarnos. Quienes fueron soldados en esta vida, lo siguen siendo para siempre, aunque no los veamos, protegiendo ciudades, aldeas y países.
¿Para qué recordamos a los santos? Porque es algo necesario, mientras vivamos. Sabemos que hay una Iglesia que lucha, aquí en la tierra y una Iglesia triunfante, en el Cielo, en donde los santos, después de partir de este mundo, no dejan de cuidarnos. Tenemos dos motivos para recordarlos: ellos no son completamente felices, porque saben que nosotros permanecemos aquí, en medio de aflicciones. Por eso, oran para que volvamos pronto a casa (la del “Padre nuestro, Que está en los Cielos”).
Los santos, después de haber dejado esta vida, siguen teniendo el mismo oficio que tenían aquí... Quienes fueron soldados en esta vida, lo siguen siendo para siempre, aunque no los veamos, protegiendo ciudades, aldeas y países. Algunos cristianos que consiguieron ver a San Demetrio, lo vieron abandonando la fortaleza que se le había confiado. Por mandato de Dios y por los pecados de los hombres, debió alejarse del fuerte que protegía.
Debemos, entonces, aferrarnos con fuerza a la Iglesia vencedora. Las pruebas de los últimos cristianos no podrían superar a las de los primeros cristianos, ni la felicidad de los últimos cristianos podría superar a la de los primeros. La lucha más grande contra los cristianos será librada por el maligno con todas sus huestes. Se demostrará, entonces, la protección de los santos (de la Iglesia vencedora) sobre los hombres del mundo (que aún son portadores de cuerpo: Iglesia luchadora).
¡Pongan en su corazón lo que acabo de decirles, cristianos de todos los tiempos (Iglesia triunfante) y de todas partes (Iglesia luchadora)! De aquí a la sepultura no hay más que un paso. ¡No caigan en la desesperanza! Alégrense por todo lo que les pase, en todo tiempo, porque es de provecho para el alma. Amén.
(Traducido de: Părintele Arsenie Boca, Lupta duhovnicească cu lumea, trupul şi diavolul, ediție revizuită, Editura Agaton, Făgăraș, 2009, p. 122)