Los santos vivieron con alegría en la palabra de Dios
Esto no es algo concerniente al intelecto, sino que es una experiencia que otorga fuerza.
En los libros encontramos muchas palabras. Pero, ¿entendemos qué significa la palabra, de tal forma que germine y la sintamos viva? Encontramos energía en esta palabra, como cuando nos acecha la gula, y hallamos dulzura en las palabras de Dios, de forma que exclamamos: “¡Qué apetito extraño, no desde mi vientre, sino desde algo más que vive en mí!”. Cuando nuestro vientre está lleno y no necesita más alimentos, si comemos más, es por gula. Estoy satisfecho, pero quiero seguir comiendo, y busco más y más comida, viendo frustrado cómo todo eso no hace sino enfermarme, provocándome hasta náusea. Porque todo lo que es material, es perecedero también, pero el apetito del hombre no tiene fin. ¿Por qué? Porque el hombre no es solamente un animal... cuando el hombre desea algo, es que busca la eternidad, el infinito. Algo en el hombre no está satisfecho, hay algo que no podría descansar sino en la eternidad de Dios.
Si esa palabra germina en mí, viéndola como el objeto de mi deseo, entonces deja de existir el apetito, en su sentido peyorativo, y de ser un glotón, me veo ahora virtuoso, digamos, moralmente. Pero no se trata de “virtud” como la entendemos en la moral, sino de vida, porque Dios lleva al hombre a la vida. Y en esto consta el hecho que los santos vivieron con alegría en la palabra de Dios, esforzándose con alegría, endulzándose con el ayuno y la vida austera. Pero no era la vida austera lo que los endulzaba, sino la fuerza de la Gracia.
Esto no es algo concerniente al intelecto, sino que es una experiencia que otorga fuerza.
(Traducido de: Ieromonah Rafail Noica, Cultura Duhului, Editura Reîntregirea, Alba Iulia, 2002, p.21)