Los terribles peligros que enfrenta el hombre que ama las riquezas
¿Quién es peor que el avaricioso, que mata su alma con injusticias, que pierde el tiempo de esta vida con preocupaciones vanas y se priva de cualquier alegría, mientras considera a todos los demás como enemigos suyos?
El dinero es, para el codicioso, lo que un cuchillo para el demente. O aún peor, porque el demente, una vez se atraviesa el pecho con el cuchillo, se libra para siempre de su locura y no puede herirse otra vez, en tanto que el codicioso es golpeado incontables veces al día y, con todo, no logra librarse de su demencia. Al contrario, mientras más le hiere la riqueza, más profundamente introduce el cuchillo en la herida de su alma.
¿Quién es, entonces, peor que el avaricioso, que mata su alma con injusticias, que pierde el tiempo de esta vida con preocupaciones vanas y se priva de cualquier alegría, mientras considera a todos los demás como enemigos suyos? Quizás estas palabras les sorprendan: “A todos los considera sus enemigos”. Sí, a todos, porque no lo odian solamente aquellos que han sufrido su injusticia, sino también los demás, quienes se apiadan de esas víctimas y sienten miedo que también ellos mismos se vean en esa misma situación. Pero lo peor no es que todos los demás sean tus enemigos, sino que tu enemigo sea Dios Mismo. Si es así. ¿qué esperanza y qué consuelo te quedan?
(Traducido de: Sfântul Ioan Gură de Aur, Problemele vieţii, Editura Egumeniţa, pp. 226-227)