Los testigos de la Iglesia del Señor
Todavía hay hombres de oración, hombres que viven en lo solitario, escondidos en grutas, ascetas a los que nadie conoce, cuyas plegarias ante Dios poseen una fuerza incomparable.
Ciertamente, todavía hay hombres de oración, hombres que viven en lo solitario, escondidos en grutas, ascetas a los que nadie conoce, cuyas plegarias ante Dios poseen una fuerza incomparable. Uno solo de esos ascetas puede con su oración más que siete gobiernos. Lo único que necesita hacer es ponerse de rodillas y orar a Dios.
Si en los tiempos actuales tuviéramos algunos grupos de auténticos eremitas, hombres de oración, de ayuno y de sacrificio espiritual, que pudieran alcanzar en espíritu los poderes celestiales, harían mucho más que cualquier conferencia en el parlamento. Porque el destino de la humanidad no está determinado por nuestros planes. Nosotros somos el pueblo de Dios. “Salva, Señor, a Tu pueblo y bendice Tu heredad”. Y, sin embargo, en tiempos de persecución para la Iglesia, los más grandes santos ascetas salieron a dar testimonio. La Iglesia no podría pervivir sin esos testigos suyos, sin esos obreros de la Palabra de Dios. Por eso es mejor que se combine el trabajo de unos y otros, con amor y entrega.
(Traducido de: Ne vorbește Părintele Iustin Pârvu, Petru Vodă, 2011, pp. 162-163)