¡Lucha, hermano!
El pecado somete al alma, la mata y le arranca cual tirano la Gracia, enseñoreándose como un vulgar malhechor sobre el alma del que le sirve.
Lucha contra toda clase de pecado hasta entregar tu última gota de sangre, recordando siempre que estás luchando para alcanzar una felicidad que es eterna y para llegar al Reino de Dios, que es el reino de la justicia y del júbilo en el Espíritu Santo, que comienza ya desde esta vida. Con esto verás cómo los afanes de la justicia y de esta misma lucha van dando frutos, y después de cada victoria obtenida con la ayuda de Dios sentirás una paz profunda, una honda satisfacción contigo mismo, un parentesco con Dios, una estrecha comunión con Él, luz, fuerza, coraje y el triunfo del espíritu. El pecado, por el contrario, ensucia todo y lo atrae a la oscuridad, a la tristeza, a la congoja... El pecado somete al alma, la mata y le arranca cual tirano la Gracia, enseñoreándose como un vulgar malhechor sobre el alma del que le sirve.
(Traducido de: Sfântul Ioan de Kronștadt, Liturghia – cerul pe pământ, Editura Deisis, 2002, p. 328)