“¡Mantén la mente en el infierno, pero no desesperes!”
Creo que este es el camino más accesible para quienes viven en el mundo. Y, cuando la Gracia viene y nos fortalece, la misma Gracia nos instruye.
Padre, ¿qué consejo podría darles a las personas que viven en el mundo, sacerdotes o laicos, para que puedan empezar el camino del que nos ha hablado?
—Sí, he hablado de estas palabras de Cristo a Siluano: “¡Mantén la mente en el infierno, pero no desesperes!”. Estas palabras no son para todo el mundo, ni siquiera para todos los monjes. Recuerdo que, cuando me convertí en padre espiritual, comencé a entender un poco cómo vivirlas, y quise participarlo a quienes me rodeaban, especialmente a una de las monjas del monasterio. Entonces, el padre Sofronio me dijo (perdónenme por hablar tan directamente): “¡Qué torpe eres! Esto no es para todo el mundo, ni siquiera para todos los monjes. ¡Dile a esa monja que cumpla con su norma de obediencia, que haga todo lo que le diga la abadesa, es decir, que se dedique a las cosas del monasterio, y así se salvará!”. Poco a poco, las personas se vuelven más fuertes, la Gracia llena de vigor su ser y empiezan a poner esas palabras en práctica, aún de cierta medida. Sin embargo, hay otro camino para quienes viven en el mundo: que perseveren, agradeciéndole a Dios sin cesar, de esta forma: “¡Gracias, Señor, por todo lo que me has concedido!”, etcétera, agregando al final: “... a pesar de ser indigno”. Esto lleva al mismo resultado, al mismo estado. Psicológicamente, es más fácil de cumplir y tiene el mismo efecto, porque, agradeciéndole a Dios sin cesar, mediamos por nuestra debilidad ante Dios y la compensamos. Creo que este es el camino más accesible para quienes viven en el mundo. Y, cuando la Gracia viene y nos fortalece, la misma Gracia nos instruye. No debemos olvidar jamás que “uno es nuestro Preceptor, Cristo” (Mateo 23:10).
(Traducido de: Arhimandritul Zaharia, Lărgiți și voi inimile voastre!, Editura Reîntregirea, Alba Iulia, 2009, p. 84)