Palabras de espiritualidad

María, “Madre de la Vida”

  • Foto. Silviu Cluci

    Foto. Silviu Cluci

Maria, la Madre del Señor, en su calidad de “Segunda Eva”, recapituló la naturaleza y la elección decisiva de Eva. En otras palabras, también fue un ser humano, y también fue virgen, tal como era Eva antes de la caída, pero en vez de elegir desobedecer a Dios, María eligió cumplir con Su voluntad.

En el texto de Génesis 3, 20, la Septuaginta traduce el nombre hebreo “Eva” literalmente como “vida” (ζωή): “Adán llamó ‘Eva’ a su mujer, porque ella fue la madre de todos los vivientes”. Clemente Alejandrino (siglo II) interpreta así este pasaje: La mujer que inició la iniquidad fue llamada “Vida”, porque es la responsable de la sucesión de aquellos que habrían de nacer y pecar. Así, ella habría de convertirse en la madre tanto de los justos como de los injustos. Cada uno de nosotros demuestra ser justo o voluntariamente revela su insumisión y desobediencia. En otras palabras, como dicen la Escritura y los Padres, Eva se hizo la madre biológica de la humanidad. Aunque aceptemos (o no) literalmente este término, podemos entender sus implicaciones en lo que respecta a una herencia común. Esta herencia incluye un origen noble, ya que dios nos creó según Su imagen y semejanza (Génesis 1, 26) y nos dio, en consecuencia, una voluntad sin restricciones (libre albedrío). Sin embargo, cada uno de nosotros tiene la capacidad de obrar tanto el bien como el mal. El relato trágico de la humanidad, tal como lo leemos en el Antiguo Testamento, nos ofrece un testimonio incesante sobre el fracaso de Israel para sostener su promesa inicial y cuidar su alianza con Dios.

Maria, la Madre del Señor, en su calidad de “Segunda Eva”, recapituló la naturaleza y la elección decisiva de Eva. En otras palabras, también fue un ser humano, y también fue virgen, tal como era Eva antes de la caída, pero en vez de elegir desobedecer a Dios, María eligió cumplir con Su voluntad. Aceptó Su palabra y engendró a Cristo, el Divino Verbo, Quien se encarnó en su vientre. Las consecuencias de este acto, que brotan tanto del don que fue concedido a la Virgen como de su libre voluntad, son igual de importantes para el resto de la humanidad —y, ciertamente, para la creación entera—, como las de la desobediencia de Eva. La Encarnación trajo la redención de la muerte y del pecado ancestral, junto con la esperanza de la salvación. Por este motivo, María es exaltada en muchos textos litúrgicos como “Madre de la alegría”, e incluso como “Madre de la Vida”. El último calificativo hace una alusión tipológica a Eva, quien es la “Madre de todos los vivos”. Se refiere, en todo caso y al mismo tiempo, al hecho que María dio a luz a la Vida del mundo, a Cristo Mismo. Así, por medio de Él, la Virgen María ayudó a otorgar la vida eterna a todos aquellos que reciban Su Palabra. 

(Traducido de: Mary B. Cunningham, Maica Vieții. Învățătura ortodoxă despre Maica Domnului, traducere Dragoș Dâscă, Editura Doxologia, Iași, 2017, pp. 108-109)

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