Palabras de espiritualidad

Media centena de consejos para quienes deseen creer espiritualmente

  • Foto: Benedict Both

    Foto: Benedict Both

Cincuenta pasos en el camino espiritual. Cincuenta pensamientos para reflexionar y actuar. 

  1. Si consigues que tu respiración sea la oración misma, desde esta vida podrás respirar la fragancia del Paraíso.
  2. Que tu respiración se haga como el Nombre de Dios, al Cual inspiras y expiras, y así gustarás desde aquí el Reino.
  3. Vive consciente de que te hallas bajo Su mirada, y verás el mundo bajo otra luz.
  4. Te mueves en Su mundo y de Él obtienes tu propio movimiento. Pero, de ti, con Su Gracia, depende la paz de tu corazón.
  5. Mira la Cruz, pero no olvides jamás la Resurrección. 
  6. No juzgues a los demás: porque, señalando constantemente sus defectos y limitaciones, los estás juzgando.
  7. En la iglesia, no te detengas a observar a quienes oran. No apartes tu mirada de Aquel a Quien estás contemplando.
  8. Las candelas, el incienso y los cánticos son medios para avanzar hacia un propósito común; por eso, no debes hacer de ellos el único camino a la paz de Cristo.
  9. Regocíjate cantando, pero no te enaltezcas ni creas que la belleza viene de tu propia voz. Ella no puede provenir sino de Aquel a quien estás glorificando con tus cantos.
  10. Cuando tu oración sea verdadera, dejarás de preocuparte por saber cómo orar.
  11. Presentarte ante Dios y no necesitar decir nada: esta es la última forma de oración.
  12. El otro es justamente Cristo, a Quien pretendes amar.
  13. No olvides que el silencio es “el idioma de la vida futura” (San Efrén el Sirio).
  14. Que la belleza sea el fundamento de tus actos, pero no desprecies aquello que la humildad y la sinceridad le ofrecen a Dios con sencillez.
  15. Si olvidaras que toda esta belleza de la Iglesia es ofrecida únicamente al Dios que es Uno y Trino, lo deseable sería que te apartaras a orar humildemente en la oscuridad de una cueva, ante Dios.
  16. Dios también ha hablado por medio de todas las formas del silencio. Aprende a callar en Él.
  17. Quédate en silencio cuando puedas, pero habla cuando corras el riesgo de ofender a los demás con tu silencio.
  18. La Señal de la Cruz hace que seas parte de los amigos de Cristo. Es una labor santa que no debes practicar con negligencia.
  19. Toda oración es diálogo. ¡Deja de escucharte hablando con Dios! 
  20. No seas siniestro, con el pretexto de ser devoto. El Reino resplandece por medio de la alegría.
  21. Canta cuando no puedas orar y llénate el alma de cánticos y de salmos para los días de sequía.
  22. Lee las vidas de los santos y mide el camino hacia el Reino y la distancia que te separa de él.
  23. No puedes dudar sino de ti mismo. La ola no puede negar al océano.
  24. No te complazcas en la exaltada espera de un milagro, para después seguir adelante. El primer milagro es que tienes fe. El segundo milagro es que puedas conservarla, a pesar de tu mediocridad.
  25. No busques señales en todo lo que te rodea. La única señal que realmente necesitas es la de los tres días en el sepulcro y la de la Resurrección.
  26. Él está todo el tiempo ahí, aunque tú mismo te ausentes de tu oración.
  27. Dices que llevas una carga muy pesada sobre tus hombros. Pero es que ni siquiera la humanidad entera lleva sobre sus hombros el peso de la Cruz que Él cargó hasta la cima del Gólgota.
  28. Sé un buen samaritano cuando puedas. Que no te importe si los demás te juzgan o no. Cristo se sentó en la misma mesa con prostitutas y publicanos.
  29. No olvides tu objetivo y camina con seguridad, con pasos pequeños día sí y día también. Ellos te llevarán, sin duda, al Reino.
  30. Pídele a Él la capacidad de pedir con fe.
  31. Sería bueno que, de vez en cuando, voltearas a ver el camino recorrido. Porque ese “camino” es cada paso que te aleja de ti mismo y te acerca al Reino.
  32. Si detienes tu paso, te saldrás del Camino. Nosotros somos pasos constantes, día y noche, pero no postes en la oscuridad del mundo.
  33. Ora pidiendo la única victoria que importa: la que significa imponerte a ti mismo y al pecado.
  34. Puedes suspirar y llorar. Puedes, incluso, rebelarte. Que los salmos broten de tu boca, del mismo modo que tus lamentos. Dios te escucha y te entiende.
  35. Lo que percibimos como una “sordera” de Dios no significa sino que somos nosotros mismos quienes no lo escuchamos, y ese “alejamiento” Suyo es, en realidad, nuestra intención de ver el mundo evolucionando solamente como lo queremos nosotros.
  36. El silencio de Dios viene de nuestra gran incapacidad de escuchar algo más que no sea nuestro egoísmo materializado en la realidad de un mundo vacío.
  37. No les pidas a los demás que oren por ti, si tú, al mismo tiempo, sigues pecando.
  38. La Santa Escritura no dice que el Reino venga a sacudir nuestras mentes, porque ya está en nuestro interior.
  39. Entra más seguido en ti mismo y saldrás brillando por los dones recibidos.
  40. La paz no es una simple calma, sino certidumbre, paciencia y espera en el anhelo ferviente del Reino.
  41. No juguemos con Dios. Él no es así. El es justo. Y Su victoria consiste en Su aparente derrota en la Cruz.
  42. Cuando caigas, no busques con la mirada qué fue lo que te hizo tropezar y caer; más bien observa Su mano extendida hacia ti para ayudarte a levantarte.
  43. Cultiva la amistad con los santos de Dios. Hazte su amigo. Ellos estarán contigo en los momentos de congoja.
  44. Dios demuestra Su amistad por medio de los santos. Es una amistad grande, inmensa, y cada vez distinta. Que cada día te lleve a descubrir, por medio de los santos, una nueva forma de la amistad con Dios.
  45. A Dios le agrada que no odies a nadie. Huye del odio como de las mismas tinieblas.
  46. Comparte cada día de tu vida y tu oración con algún santo amigo de Dios.
  47. Cuando enfrentes alguna prueba, deja que ese santo cargue por ti su peso, para que te parezca mucho más ligero.
  48. No desesperes al ver la distancia entre tu ideal y tu mediocridad. Con una sola palabra cierta, el buen ladrón recibió inmediatamente la misericordia, el perdón y la salvación del Señor.
  49. ¡Levántate otra vez! ¡Esta caída, con Su Gracia, podría ser la última de todas!
  50. Ayer, hoy y por siempre, Él es el Mismo. Nosotros, quienes le seguimos, ¿somos, acaso, verdaderamente conscientes del hecho de que Él estará con nosotros por siempre, hasta el fin de los tiempos?

(Claude Lopez-Ginisty)