Palabras de espiritualidad

Metropolitano Antonio Bloom: Debemos estar listos para pagar el precio

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

No basta con mantener la mirada en el horizonte, esperando ver al Señor. Es mejor mirar con atención a nuestro semejante, quien es alguien cuya existencia fue deseada por Dios, alguien por quien murió el Señor.

No creo que vivir entre plazas sea diferente a vivir en el desierto. Ser pobre —materialmente— es, de alguna manera, más fácil que ser pobre interiormente, en el sentido de no atarse a nada. Esto es muy difícil de aprender; gradualmente uno va empezando a apreciar verdaderamente las cosas, a ver a los demás y constatar su resplandeciente belleza, sin desear dominar a nadie.

Arrancar una flor es empezar a dominarla, es también matarla. El voto de pobreza me hace apreciar las cosas de mejor manera. Pero, en primer lugar debemos aprender a ser libres en nosotros mismos. Hay momentos en los que debes retirarte físicamente para aprender lo que significa para algo o alguien existir a su manera y no sólo como espejo de tus emociones.

A menudo ocurre que, cuando decimos “yo te amo”, pronunciamos con fuerza el “yo” y el resto bajando el tono. Utilizamos el amor como una conjunción, en vez hacer de él un verbo que implica acción.

No basta con mantener la mirada en el horizonte, esperando ver al Señor. Es mejor mirar con atención a nuestro semejante, quien es alguien cuya existencia fue deseada por Dios, alguien por quien murió el Señor.

Todas y cada una de las personas que nos encontramos tienen el derecho a existir porque tienen un valor en sí mismas, aunque no estemos acostumbrados a ver las cosas de esta manera.

La aceptación de las diferencias entre el otro y yo es un peligro para ambos, algo que nos amenaza. Reconocer el derecho que tiene el otro de ser él mismo, puede significar el reconocimiento de su derecho de matarme. Pero, si establecemos un límite al derecho del otro a existir, aquello será ilegítimo.

El amor es difícil. Cristo fue crucificado para enseñarnos una clase de amor que asusta a los hombres, un amor que pide el abandono total, que lleva a la muerte.

Si volvemos a Dios y nos encontramos frente a frente con Él, debemos estar preparados para pagar el precio. Si no estamos listos para pagar ese precio, tendremos que vagar por la vida como mendigos, esperando que alguien lo pague en nuestro lugar. Pero, si volvemos a Dios, descubrirems que la vida es profunda, vasta y extremadamente digna de ser vivida.

(Traducido de. Mitropolitul Antonie Bloom, Şcoala rugăciunii, Editura Cartea Ortodoxă)