Palabras de espiritualidad

Mientras más tenemos, más debemos acercarnos a Dios

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

El rico suele olvidar que todo le ha sido dado por un breve tiempo, para que sepa administrarlo, y no para el infame deleite del cuerpo, en detrimento del alma.

Si releemos con los ojos de la mente el Evangelio y las Epístolas del completo año litúrgico, encontraremos que el tema de la riqueza es recurrente en la enseñanza de Jesús. Recordemos la parábola del rico epuión y el pobre Lázaro, o el encuentro de Jesús con un joven rico. Además, en la Carta de Santiago encontramos una verdadera proclama en contra de los opulentos, los desalmados y los arrogantes.

¿Por qué es tan importante este tema en las enseñanzas de Cristo? ¿Por qué tantas veces nuestro Señor se entristece, afirmando que los ricos no podrán entrar al Reino de los Cielos? ¿Por qué la riqueza deviene en obstáculo para la salvación?

Dios creó el mundo y lo bendijo. Nada de lo creado era malo antes de que el hombre cayera en pecado. Al terminar cada día de la Creación, la Escritura dice: “y vio Dios que era bueno” (Génesis 1, 10). Así pues, todo lo que hay en el mundo ha sido bendecido y debería contribuir a la felicidad y salvación del hombre, porque para esto le fue dejado. Luego, mientras más posee, más debería el hombre acercarse a Dios. Sin embargo, después de la caída de nuestros padres primordiales en pecado, toda la creación se vio menguada y, desde entonces, ansía salvarse: “Vemos que la creación entera gime” (Romanos 8, 22).

Debido a que, por maldición divina, el hombre debe ganarse el pan con el sudor de su frente, muchos buscan acumular riquezas, con tal de librarse de preocupaciones el día de mañana. Desafortunadamente, el rico suele olvidar que todo le ha sido dado por un breve tiempo, para que sepa administrarlo, y no para el infame deleite del cuerpo, en detrimento del alma. El problema, entonces, radica en que el rico cree que tendrá todo eternamente, ignorando a su semejante pobre y hambriento, y olvidando que la muerte le visitará en cualquier momento, porque ésta no hace diferencias entre ricos, pobres, jóvenes o viejos. El rico cree que se lo merece todo y que todo lo ha hecho él, no Dios, el único Creador.

(Traducido de: Părintele Cheorghe Calciu, Cuvinte vii, ediţie îngrijită la Mănăstirea Diaconeşti, Editura Bonifaciu, 2009, pp. 181-182)