El Señor se da a conocer a los que le obedecen con su sencillez. El rey David era el hermano más pequeño y también un pastor [1 Reyes 16, 11], y el Señor le amó por su mansedumbre. Los mansos, ciertamente, siempre son obedientes. Y David escribió los Salmos para nosotros, en la fuerza del Espíritu Santo que moraba en él. También el profeta Moisés fue pastor en casa de su suegro [Éxodo 3,1]: he aquí la obediencia. También la Madre del Señor y los Apóstoles son ejemplos de obediencia. Este es el camino que nos enseñó el mismo Señor. Sigámoslo, y recibiremos los frutos del Espíritu Santo.

(Traducido de: Sfântul Siluan Athonitul, Între iadul deznădejdii şi iadul smerenie, Editura Deisis, Sibiu, 2011, p. 289)