Se necesita de mucha más contrición por nuestros pecados, que limitarnos a su simple enumeración, aunque esto también es necesario. Necesitamos suspirar más —desde el corazón— cuando estamos orando, que simplemente leer nuestras plegarias, aunque también esto sea necesario. Debemos eliminar toda dispersión de nuestra alma y hacer de esta última la morada de nuestra devoción ante Dios. Una vez conseguido esto, tenemos que luchar por conservar ese fervor. Cuando hay odio y disgusto por el pecado, junto a la preparación para hacerle oposición al menos hasta cierto nivel, Dios no lo considera una falta. Entonces, no hay que perturbarse.

(Traducido de: Sfântul Teofan Zăvorâtul, Sfaturi înțelepte, Editura Egumenița, Galați, p. 144)