¡Mucho cuidado con la vanidad!
Quien quiera llevar una vida espiritual correcta, debe esforzarse, en primer lugar, en apartar de su corazón el sentimiento de la vanidad.
El mayor peligro para la vida espiritual es la vanidad. Esta es un enemigo terriblemente hábil, difícil de combatir. Sus ataques son viles y astutos. Y cuando puede, vence a los individuos con la ayuda de sus propias pasiones y pecados.
Y en donde encuentra oposición y resistencia contra las pasiones y los pecados, inmiscuye pensamientos tan sutiles, como: “¡Bien, he vencido este defecto mío, y también aquel otro! ¡Cuánto he avanzado!”. Aquel que se ame a sí mismo de esta manera, debido a sus contados logros, puede terminar perdiéndose con facilidad.
La vanidad destruye los tesoros espirituales alcanzados. Aniquila todo lo bueno que se haya acumulado. Y hace que aquel que —con esfuerzo— se ha levantado a cierta altura espiritual, vuelva a lo que era. Por eso, quien quiera llevar una vida espiritual correcta, debe esforzarse, en primer lugar, en apartar de su corazón el sentimiento de la vanidad. Así, cada vez que obre el bien, que diga: “No a nosotros, Señor, no a nosotros, sino a tu nombre da la gloria” (Salmos 113, 9).
(Traducido de: Arhimandritul Serafim Alexiev, Viața duhovnicească a creștinului ortodox, Editura Predania, 2006, p. 42)