Palabras de espiritualidad

Nada es posible sin la Gracia

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

Si estás vacío, es decir, si no tienes amor, no importa cuántas oraciones y cuántas postraciones hagas, que no serán nada.

Solamente en la Gracia de Dios podemos orar. Ninguna oración puede hacerse sin la Gracia. Recordemos la sabiduría de Sirácides: “Porque la alabanza supone la sabiduría, y el Señor es quien la concede (Eclesiástico 15, 10). Es decir que solamente Aquel que domina la sabiduría divina puede glorificar, como es debido, a Dios. Sólo el Señor otorga la Gracia necesaria para ello.

Cuando viene la Gracia, pronuncia el nombre “Cristo”, y se llenan tanto la mente como el corazón. Este amor y esta añoranza fervientes tienen también ciertos niveles. Cuando vives este amor, no sólo deseas alcanzar las cosas divinas cuando estás despierto, sino que también las ves aún cuando sueñas. Porque todo lo haces en el amor. Por amor haces cualquier esfuerzo. Y sientes amor, y le agradeces a Dios, sin pensar que quisieras obtener algo. Es muy valioso pronunciar la oración con la delicadeza del alma, con amor, con un anhelo ferviente... Entonces nada te parecerá extenuante. Tal como ocurre cuando dices “mamá” o “papá”, sientes un descanso pleno.

Así pues, ¡no forcemos las cosas para alcanzar la oración! No digamos: “Lucharé por alcanzar la oración y ganarme el Paraíso”. No pensemos que en el Cielo recibiremos aún más. Lo que cada uno debe hacer es orar sin pensar en nada más, sin hacer cálculos en lo que habrá de conseguir. Aunque hagamos miles de postraciones para poder entrar en el Paraíso, nada de eso es realmente importante. Hay que hacerlas con amor y, si Dios tiene a bien llevarte al Cielo, lo hará según Su voluntad. Esto significa dejar todo en manos Suyas..

Insisto: no tiene ningún valor hacer cien postraciones, si no sientes nada en tu interior. Haz quince o veinte, pero sintiéndolas y con amor por el Señor, obedeciendo también Sus divinos mandamientos. Así, poco a poco tus pasiones se disiparán, tus pecados se desvenecerán y, suavemente, entrarás en la oración. Pero, si estás vacío, es decir, si no tienes amor, no importa cuántas oraciones y cuántas postraciones hagas, que no serán nada.

Al contrario, si alcanzas la compunción de corazón y si no pierdes la ocasión de orar, esta se convertirá, poco a poco, en tu forma de vida. Cuando avanzas, tu pensamiento al orar no es eso que se oye en la mente, sino algo distinto. Es algo que sientes en tu interior, aún sin esforzarte. Ese “algo” es la Gracia de Dios, misma que Cristo te ofrece.

(Traducido de: Părintele Porfirie, Ne vorbește părintele Porfirie, Editura Egumenița, p. 202-203)