¡No bajemos los brazos!
Si tu petición fue atendida, agradécele a Dios. Y si no se te concedió lo que pediste, no te apartes de Él, para que pueda escucharte.
Si tu petición fue atendida, agradécele a Dios. Y si no se te concedió lo que pediste, no te apartes de Él, para que pueda escucharte. Del mismo modo, si lo ofendiste con tus faltas, no caigas en la desesperanza. Si enfadas a tu hermano, pero inmediatamente corres a buscarlo, día, tarde y noche, para pedirle perdón, ¿es posible que no termines emblandeciendo su corazón? Y con mayor razón, el corazón de Dios, Quien no conoce la maldad, si mañana, tarde y noche, así como en todo momento, le pides que se apiade de ti.
Estas palabras están dirigidas especialmente a aquellos que oran sin tesón y después se irritan cuando Dios tarda en cumplir con lo que le han pedido. Yo les digo: “Oren a Dios sin cesar”, pero ellos me responden: “Hemos orado una vez, dos, tres, diez, veinte veces, pero no hemos recibido nada”. Por eso, hermano, no dejes de orar hasta recibir eso que deseas. O, mejor dicho, ni siquiera dejes de orar después de que tu petición haya sido atendida. Ora antes de recibir la respuesta divina, y después, agradece.
(Traducido de: Sfântul Ioan Gură de Aur, Problemele vieții, Editura Egumenița, Galați, 2007, pp. 188-189)