No basta con alcanzar las virtudes, sino que hay que saber conservarlas
Todos sabemos que, quien se esfuerza en someter su cuerpo al alma, y el alma al Señor, obtiene las virtudes corpóreas y espirituales necesarias para la edificación de su alma.
Para disminuir nuestras pasiones y nuestras tribulaciones, no solamente tenemos que luchar en su contra, sino que también tenemos que mantener la vigilancia espiritual necesaria “para que (dichas pasiones) no crezcan”.
Sobre este aspecto, San Máximo el Confesor nos insta: “Lucha por obtener las virtudes y, después, esmérate en conservarlas”. Así las cosas, nuestros esfuerzos deben estar ditigidos en dos direcciones: en luchar contra las pasiones y en guardar nuestras virtudes. Claro está, no se trata de una lucha fácil. No es sencillo transformarte a ti mismo, purificarte de las pasiones y llenarte de virtudes.
Los Santos Padres nos dicen que la lucha espiritual se libra con el cumplimiento de los mandamientos de nuestro Señor Jesucristo. Todos sabemos que, quien se esfuerza en someter su cuerpo al alma, y el alma al Señor, obtiene las virtudes corpóreas y espirituales necesarias para la edificación de su alma. Por el contrario, en el caso del hombre caído, su cuerpo se alimenta de la materia, de cosas materiales, y su alma se alimenta de su cuerpo. Esa relación entre dichas fuerzas debe, entonces, ser modificada: tenemos que liberarnos de ese estado que no es natural. Para recobrar el equilibrio espiritual, el alma tiene que aprender a alimentarse con la Gracia Divina, y el cuerpo, con el alma llena de esa Gracia. Esto es algo que puede realizarse si alcanzamos las virtudes, como la humildad, el amor, el ayuno, la ascesis, la oración y la obediencia.
(Traducido de: Mitropolitul Hierotheos Vlachos, Psihoterapia ortodoxă: știința Sfinților Părinți, traducere de Irina Luminița Niculescu, Editura Învierea, Arhiepiscopia Timișoarei, 1998, p. 329)