No dejemos que el maligno distraiga nuestra mente
Los pensamientos se asemejan a esos gusanos que lentamente van carcomiendo la madera por dentro.
¡Defiéndete de los pensamientos que vengan a matarte! ¡Golpéalos con la espada de la oración! Con cada oración les cercenas los pies, las manos, la cabeza. Al final, los terminas cortando en pedazos y, si los buscas después, ya no están, porque ya no existen. Dispersando nuestra mente en un sinfín de cosas, el demonio se esfuerza en impedirle que lleve el Nombre de Cristo a nuestro corazón, es decir, impide la oración pura.
Los pensamientos se asemejan a esos gusanos que lentamente van carcomiendo la madera por dentro. Por afuera, la madera parece muy hermosa y resistente, pero por dentro está podrida, de tal suerte que no hace falta mayor esfuerzo para romperla. Lo mismo pasa con el monje y con el laico que no confiesan sinceramente todos sus pensamientos Al final son vencidos, porque, guardándose para sí mismos incluso el más insignificante pensamiento, poco a poco se van derruyendo por dentro. Por eso, hermano, lucha con todas tus fuerzas para impedir que tu mente se distraiga. Esa dispersión es un pecado, es el vacío espiritual.
(Traducido de: Părintele Efrem Athonitul, Despre credință și mântuire, traducere de Cristian Spătărelu, Editura Bunavestire, Galați, 2003, p. 17)