No es posible que, como cristianos, seamos incapaces de reconocernos pecadores
Este es el camino que recorrieron nuestros inmortales mentores, los Santos Padres, quienes todavía siguen guiándonos e instruyéndonos.
Estudiemos, hermanos, las oraciones de arrepentimiento, las odas, los himnos, los versos de los acatistos y las paráclesis, y constataremos inmediatamente que el sentimiento de la propia indignidad por el pecado constituye un santo deber y una realidad de la oración para cada cristiano ortodoxo, sin excepción. Este es el camino que recorrieron nuestros inmortales mentores, los Santos Padres, quienes todavía siguen guiándonos e instruyéndonos. Recordemos solo a dos de ellos: San Juan Damasceno y San Simeón el Nuevo Teólogo. A semejanza de la de los querubines, su santidad es indudable. Su oración es absolutamente la misma que la de los serafines. Con todo, ellos nunca dejaron de manifestar su sentimiento, su conciencia de la propia pecaminosidad, sumada a una actitud de profunda contrición.
(Traducido de: Părintele Iustin Popovici, Credința Ortodoxă și viața în Hristos, Traducere: prof. Paul Bălan, Editura Bunavestire, Galați, 2003, p. 50)