Palabras de espiritualidad

No hay nada más poderoso que la voluntad del hombre

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

Apenas conseguimos distinguir la virtud de la maldad. ¡Están juntas, una al lado de la otra, como hermanas! ¡Lo mismo pasa con los ángeles y los demonios!

Apenas conseguimos distinguir la virtud de la maldad. ¡Están juntas, una al lado de la otra, como hermanas! ¡Lo mismo pasa con los ángeles y los demonios! Son espíritus, y fácilmente podríamos confundirlos, creyendo que el ángel es demonio y que el demonio es ángel, que el santo es pecador, y que el pecador es santo. Por eso, con mayor razón podemos errar al juzgarnos a nosotros mismos, porque lo hacemos según nuestro corazón y nuestra voluntad. Si quiero demostrar que lo que hago es correcto, lo hago utilizando mil y un argumentos. No hay nada más poderoso que la voluntad del hombre.

Por eso, no es posible que nuestra vigilia, y especialmente nuestra oración, sean desconocidas para nuestro padre espiritual. Es mejor no hacer nada, que hacerlo sin que él lo sepa. No es posible correr a su encuentro, para que después él tenga que investigar lo que hacemos. Tenemos que desarrollar un diálogo abierto con él, ponernos alma con alma y expresar, si existe, desde luego, nuestra oración. Si no tenemos oración, nos veremos el uno al otro, pero se cumplirá el dicho: “Miénteme para que te mienta, para que pase el tiempo”. Y pasarán años, y envejeceremos con la esperanza de que quizás Dios nos salvará. Y le preguntaremos a nuestro confesor: “Padre, ¿me salvaré?”, y él responderá: “Sí, hijo, te salvarás”. Pero, si nos dice: “No te salvarás”, podríamos terminar abandonándolo todo.

(Traducido de: Arhimandrit Emilianos Simonopetritul, Cuvânt despre ascultare și priveghere, Editura Sfântul Nectarie, pp. 97-98)