Palabras de espiritualidad

“No he venido a traer paz, sino espada”

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

Dios desea que Sus nuevos y divinos mandamientos y enseñanzas se impongan a nuestros viejos hábitos e inclinaciones pecaminosas.

No penséis que he venido a traer paz a la tierra. No he venido a traer paz, sino espada”. Así habló el Señor. ¿Cómo interpretar esas palabras? Así: “No he venido a reconciliar la verdad con la mentira, la sabiduría y la necedad, el bien y el mal, la justicia y la arbitrariedad, la humanidad y lo animal, la inocencia y el desenfreno, a Dios y el maligno, sino que he venido con espada para cortar y separar todo, de manera que no pueda confundirse”. ¿Con qué va a cortarlo y separarlo el Señor? Con la espada de la Verdad. O con la espada de la Palabra del Señor, que es lo mismo. Porque la Verdad es la Palabra de Dios, y la Palabra de Dios es la Verdad.

El Apóstol Pablo nos aconseja. “Tomad la espada del Espíritu, que es la Palabra de Dios”. Por su parte, San Juan tuvo una visión en la que aparecía el Hijo de Dios rodeado de siete candeleros, y de Su boca salía una afilada espada de doble filo. Esta espada, ¿qué otra cosa podría ser, sino la Palabra de Dios, la Palabra de la Verdad? Esta espada es de salvación para el mundo. Tanto entonces, como ahora y por los siglos de los siglos.

Que esta interpretación es correcta se colige de lo que posteriormente agrega nuestro Señor: “He venido a enfrentar al hombre contra su padre, a la hija contra su madre, y a la nuera contra su suegra. Porque, si el Hijo sigue a Cristo, pero el padre se queda en la oscuridad de la mentira, la espada de la verdad de Cristo los separará. La verdad es más digna de ser amada que el padre. Y si la hija sigue a Cristo, y la madre prefiere no hacerlo, ¿qué unidad podría haber allí? ¿Es que Cristo no es más dulce que la madre? Lo mismo con la suegra y la nuera. Eso sí, no nos confundamos, pensando que el que conoce y ama a Cristo debe separarse inexorablemente de sus familiares. Eso no está escrito en el Evangelio. Es suficiente con separarse con el alma y no aceptar en ella nada de los pensamientos y actos de la falta de fe, porque, si los fieles se separaran también físicamente de los incrédulos, el mundo se convertiría en el campo de batalla de dos bandos opuestos. Y entonces ¿quién podría enseñarles y corregir a los que no creen? Nuestro Mismo Señor mantuvo a Su lado al descreído de Judas durante tres años.

El sabio Pablo escribe: “El esposo no creyente es santificado mediante su esposa, y la esposa no creyente es santificada mediante su marido cristiano”. Pära terminar, quiero traer a colación la interpretación que Teofilacto de Ocrida hace de aquellas palabras de nuestro Señor: “Con las palabras 'padre', 'madre' y 'suegra', nuestro Señor se refiere a todo lo viejo, en tanto que al decir 'hijo' e 'hija' se está refiriendo a lo que es nuevo. Así, Dios desea que Sus nuevos y divinos mandamientos y enseñanzas se impongan a nuestros viejos hábitos e inclinaciones pecaminosas”.

(Traducido de. Sfântul Nicolae VelimiroviciÎntrebări ale lumii de azi, Editura Sofia, p. 39)