¡No le abras las puertas de tu alma al rencor!
Solamente los ángeles no se perturban jamás, pero perturbarse un poco y reconciliarse inmediatamente es una virtud de los que aman al Señor.
El que comete adulterio o cualquier otro pecado carnal, al darse cuenta de su falta, se avergüenza de sí mismo y corre a la contrición. Sin embargo, el rencoroso, aunque coma, camine o simplemente permanezca sentado, todo el tiempo lleva el mal del pecado en su corazón. Por tal razón, su oración es considerada impura, y todos los sacrificios y trabajos espirituales que pretenda hacer serán valorados como estériles. Aún más: aunque derrame su sangre por Cristo, su martirio, su sacrificio y su oración no serán aceptados por Dios.
Solamente los ángeles no se perturban jamás, pero perturbarse un poco y reconciliarse inmediatamente es una virtud de los que aman al Señor.
(Traducido de: Patericul Lavrei Sfântului Sava, Editura Egumenița, 2010, p. 46)