¡No nos arriesguemos a luchar por nuestra cuenta!
En nuestros tiempos no es recomendable emprender la lucha por uno mismo. El orgullo oscurece de tal forma la mente y los sentidos, que cualquier esfuerzo que hagamos puede terminar perjudicándonos seriamente.
«Tus observaciones son correctas. “El espíritu de la maldad que hay en lo etéreo ha venido a dominar mi cuerpo y mi mente, extenuándome completamente, para llevarme a la perdición”. Sí, su propósito es matar el cuerpo y el alma. ¿Pero quién te ordenó empezar esa lucha por tu cuenta?
Todos los que anhelan la vida saben que, al luchar desde el mundo, su debilidad humana no podrá oponerse al espíritu del mal, ese que desde el principio se puso como meta la perdición de los hombres. Solamente el poder de Dios puede sujetar al enemigo. Y solamente en la Iglesia de Dios, con sus Sacramentos, con su experiencia espiritual de más de dos mil años y con el poder del Espíritu Santo, que todo el tiempo la resguarda, el hombre no está solo y puede, con la misma fuerza espiritual, oponerse al mismísimo infierno.
Pero tú, querida K., aún no entiendes esto, y tratas de resolver tus problemas sola, sin darte cuenta de que el orgullo te está empujando a las mortales redes del maligno. Lo que me escribes no es ninguna novedad para mí. Los Santos Padres y los maestros de la Iglesia nos dejaron suficientes textos sobre su experiencia real en la lucha contra esos espíritus impuros que también a ti te han tentando, tratando de engañarte. La diferencia es que ellos, los Santos Padres, lucharon desde la Iglesia, con Dios. […]
Querida hija, en nuestros tiempos no es recomendable emprender la lucha por uno mismo. El orgullo oscurece de tal forma la mente y los sentidos, que cualquier esfuerzo que hagamos puede terminar perjudicándonos seriamente».
(Traducido de: Arhimandritul Ioan Krestiankin, Povățuiri pe drumul crucii, Editura de Suflet, București, 2013, pp. 59-60)