Palabras de espiritualidad

¡No nos dejemos vencer por el desánimo que trae el pecado!

  • Foto: Oana Nechifor

    Foto: Oana Nechifor

Solo hay dos clases de agua que pueden lavar la impureza del pecado: el agua del Bautismo y el llanto de arrepentimiento.

¡Ánimo, aunque hayas pecado! ¡La salvación está al alcance de todos! Cristo, Quien llevó sobre Sus hombros los pecados del mundo entero, pagando con Su muerte en la Cruz las deudas que teníamos con Dios, puede cargar también con el peso de nuestras faltas.

Por eso es que Andrés de Creta, en nombre de todos los que hemos pecado ante Dios, ora así: “Líbrame de las pesadas cadenas del pecado, y, por Tu gran misericordia, dame lágrimas de humillación”. ¡Y es que todos necesitamos derramar lágrimas de penitencia! Porque solo hay dos clases de agua que pueden lavar la impureza del pecado: el agua del Bautismo y el llanto de arrepentimiento. Aún más, como dice San Juan Climaco, “después del Bautismo, está también el inefable manantial de las lágrimas, aunque esta afirmación pueda parecer una osadía. Porque el Bautismo nos limpia de nuestras maldades más antiguas, pero las lágrimas nos lavan de los pecados cometidos después de ser bautizados. Todos hemos mancillado el Bautismo recibido en la edad primera, pero las lágrimas nos ayudan a limpiarnos nuevamente.  Y si Dios, en Su amor a la humanidad, no nos hubiera dado ni las lágrimas ni la contrición, difícilmente habría alguien que pudiera salvarse”.

(Traducido de: Arhimandritul Serafim Alexiev, Viața duhovnicească a creștinului ortodox, Editura Predania, București, 2010, pp. 83-84)